lunes, 21 de abril de 2014

'Daniela Astor y la caja negra', de Marta Sanz





DANIELA ASTOR Y LA CAJA NEGRA.

Sobre el fetichismo de las mujeres y el “reconocimiento” de su realidad. 
 Un texto muy rico para “Derecho y literatura”.


Javier Dámaso



Mientras en la sala de exposiciones de la calle de la Pasión del ayuntamiento de la ciudad se exhibe una muestra sobre el “eterno femenino”, frustrado intento de hacer un discurso de género sobre la presencia femenina en la pintura, como muestra Pedro Ojeda en su blog (http://laacequia.blogspot.com.es/2014/03/el-eterno-femenino-retratos-entre-dos.html), vino a Valladolid la escritora Marta Sanz a presentar su última novela, Daniela Astor y la caja negra. En este caso, para marcar la diferencia, construyendo un discurso pleno y bien armado sobre la realidad de las mujeres en nuestro tiempo. Y aún debería decir que, sin buscarlo, como voy a exponer, con una novela cuya trama resulta casi imposible que pueda ser más apropiada en este momento. 

En el Salón de Grados de la Facultad de Derecho, con una sala llena para un viernes por la tarde con actos simultáneos en otros foros de la ciudad, hicimos la presentación, organizada entre la librería A pie de página y el Grupo de Investigación Reconocido de Derecho y TICs de la Facultad de Derecho de la Universidad de Valladolid, en el marco del programa Lecturas de Derecho y Literatura, que se iniciaba precisamente con esta presentación. 

Foto. Ricardo Fernández Otazo


Por hacer una explicación sucinta que justifique esa inclusión, diré que la relación entre Derecho y literatura goza de una larga tradición, que en España se remonta a un seguidor de don Pedro Calderón de la Barca, Juan López de Cuellar y Vega, que ya en el año de 1670 escribió una Declaración histórica y jurídica en defensa de la poesía, donde pretendía justificar la utilidad poética al servicio del jurista, como instrumento para mejorar y completar sus dotes oratorias. Diré también que prestigiosos y significativos juristas anglosajones, de singular influencia en el mundo del Derecho, han utilizado y defendido el método que se conoce como Derecho y Literatura, como Richard Posner y Ronald Dworkin, y que una filósofa tan aclamada como Martha Nussbaum, en su libro Justicia Poética, planteó con claridad la utilidad de la literatura como instrumento para neutralizar la abstracción y simplificación del Derecho. La literatura permite incorporar las emociones, hacer manifestación de la compleja realidad del sujeto de Derecho. Frente a la generalidad del Derecho, como ha planteado también el crítico literario alemán Hans Mayer (el Derecho es incapaz de alcanzar al sufrimiento humano concreto, lo que implica el fracaso del ideal de la Ilustración), la literatura permite singularizar al sujeto jurídico, trata de los casos excepcionales, posibilita su manifestación, les otorga “subjetividad”. Es un reto al principio de igualdad jurídico. La literatura permite el “reconocimiento”, por utilizar la expresión del filósofo Axel Honneth, el reconocimiento del “otro” como ser humano concreto. La literatura opera siempre como alegoría de la realidad y sólo cuando busca despejar la comprensión y revelar lo que está detrás, como iluminación profana. 

Foto Mar Samos


Hay, finalizando esta breve síntesis, tres posibilidades en las relaciones entre Derecho y literatura: a) el Derecho en la literatura, el uso por los literatos de las situaciones jurídicas; b) la literatura en el Derecho, es decir, la regulación de la literatura por el Derecho; y c) el Derecho como literatura, aplicando el paralelismo que permite el uso del lenguaje y las utilidades de este desde la hermenéutica, desde las técnicas de interpretación. 

En este contexto, las obras de Marta Sanz se incorporan como modelos especialmente apropiados para singularizar casos concretos de sujetos jurídicos que sirven de paradigma en su campo normativo. Su realismo narrativo, no desprovisto en absoluto de vuelo, sino todo lo contrario, siempre con un planteamiento que trasciende la anécdota, encaja exactamente en el modelo que Martha Nussbaum configura en Justicia Poética. Escritora de larga trayectoria, Marta Sanz tiene en su haber diez novelas, El frío (1995), Lenguas muertas (1997), Los mejores tiempos (2001), Animales domésticos (2003), Susana y los viejos, (2006), La lección de anatomía. Barcelona (2008), Black, black, black (2010), Un buen detective no se casa jamás (2012), Amour Fou (2013) y la última, Daniela Astor y la caja negra (2013). Además tiene dos libros de poemas, uno, de 2010, en el que se recogen dos poemarios, Perra mentirosa y Hardcore, y el segundo, de 2013, que lleva por título Vintage

Foto Mar Samos


Debo decir que, para mí, el hallazgo de la obra de Marta Sanz ha sido una maravillosa sorpresa. En primer lugar, leí su novela Black, black, black, donde aparecía un magrebí como claro sujeto de exclusión, blanco de la más clara perfidia por su condición de extranjero e inmigrante. Después accedí a su poemario Vintage, lleno de fuerza, profundidad, ironía y melancolía, que en algunos casos me trajo indudables ecos de Margaret Atwood.

Finalmente leí Daniela Astor y la caja negra, la última novela, objeto de la presentación. ¿De qué trata? Se trata de una novela sobre las mujeres, en realidad sobre las mujeres en España, en especial desde los años 78 y 79 y su proyección hasta hoy. La novela comienza por un referente icónico fundamental: las mujeres del “destape”. 

El icono fetichizado de la mujer “erótica” del cine y la televisión de los años 78-79, las “divas del destape”, aparece como un patrón social omnipresente que incluso toman como modelo a seguir las dos protagonistas de la primera parte de la novela, dos preadolescentes de doce años, precoces luceros en sus sueños del star system voluptuoso español. Por las páginas de la novela se pasean todo el catálogo de estrellas femeninas del momento: Amparo Muñoz, Susana Estrada, Bárbara Rey, María José Cantudo, Marisol, Victoria Vera, Tita Cervera, Raffaella Carrà, Ágatha Lis, Victoria Abril, Lydia Bosch, Silvia Marsó, Yolanda Ríos, Nadiuska, Sandra Mozarowsky, Patricia Adriani, Fiorella Faltoyano, Carmen Platero, Adriana Vega, Blanca Estrada, Didi Sherman, Azucena Hernández, María Casal, Beatriz Escudero, Jenny Llada, María Luisa San José, Emma Cohen, Ana Belén, Teresa Gimpera, Maribel Martín, Gloria Berrocal, etc, etc, etc. Alguna debe faltar, como Silvia Tortosa, se me ocurre, por decir alguien, pero el carácter exhaustivo del inventario, abruma. 

Foto Ricardo Fernández Otazo


Como ya referí, dos niñas juegan a ser divas del destape, con su glamour y el fetichismo del mercado aplicado a lo humano; son “seres especiales”. Y en medio del cuento de hadas de aquellas “jóvenes deseables” aparece una situación concreta: la decisión de una mujer de llevar a cabo un aborto. Los límites sociales y penales a la libertad de las mujeres. Este hecho da una giro completo e inesperado a la novela y trastoca la jerarquía y la valoración previamente hecha de algunos de los personajes.

La técnica narrativa se enriquece enormemente en la novela con un procedimiento muy hábil: el guión de un documental aparentemente televisivo (“las “cajas negras”) que va desarrollándose en paralelo insertándose fragmentos del texto entre capítulo y capítulo de la trama. Ello permite introducir con suma facilidad imágenes, planteamientos teóricos e interpretaciones sociológicas, políticas, estéticas, frente a la dificultad usual de incorporar en una novela un discurso teórico. Al mismo tiempo, la lógica del guión introduce una perspectiva tecnológica: imágenes televisivas, pero también referencias a páginas web, a blogs, etc., con lo que hay una presencia concreta de la tecnología en la novela que la convierte en una clara expresión del modo de percepción actual de la realidad. 


Foto Mar Samos


Y en medio de este contexto, una decisión sobre un aborto que pone sobre el tapete las consecuencias de la criminalización de la interrupción del embarazo. Una situación concreta, una singularización específica de una experiencia traumática, que lo es por razones muy diferentes, todas ellas externas al propio hecho del aborto (la pareja, la familia, la legislación). Ello convierte a la novela en un texto radicalmente iluminador del presente, sin haberlo planificado ni premeditado, pues aún no se encontraba en tramitación y se desconocía el actual anteproyecto de ley del ministro Gallardón. Un vínculo muy útil y benjaminiano entre dos tiempos, que enlaza una experiencia imaginaria de 1978  -pero llena de autenticidad, no sólo de verosimilitud-  con el presente normativo de 2014. Y desde la perspectiva del Derecho, hay que destacar que la autora se asesoró por expertos juristas, jueces y abogados, para no errar en los detalles de los acontecimientos jurídicos de la trama. 

“La carne y el cuerpo”, titulaba Marta Sanz su presentación, para poder evidenciar el juego mercantil de lo femenino, pero nos habló también del alma, del alma de la mercancía, como decía Walter Benjamin, llena de sutilezas para atraer a todos los flaneurs. Y es que, en último término, el “eterno femenino” no deja de ser una categoría mistificadora de una mirada profundamente masculina y uniformizadora. Y frente a la mistificación, la cruda realidad de la restricción de la libertad en la toma de una decisión trascendental y de su criminalización.

¿Sirve la literatura? Sí, por supuesto que sirve. Muestra las emociones, el dolor y el sufrimiento humanos que es capaz de provocar el Derecho en una situación concreta.






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