jueves, 29 de mayo de 2014

Palabras de mar a mar, de Rita Vargas, Manuela Serrano y Carmen Lezcano. Viernes 30, a las 8 de la tarde




Gloria Rivas Muriel



Este hermoso poemario, Palabras de mar a mar 2, es el resultado de un esfuerzo poético de tres mujeres comprometidas. La conjunción de la obra lírica de tres escritoras que, a pesar de la distancia, el Atlántico es ancho y la selva espesa, han conseguido el sueño de ver publicado su trabajo de compromiso, de amor, de tierra y del tiempo que irremediablemente pasa.
Ilustrado con dibujos de Perú, prologado con palabras de Ecuador, y bendecido con buenos deseos desde España, esta trilogía poética aporta a la historia de la literatura una muestra más del valor del lenguaje más universal.

Rita Vargas nos ofrece sus versos organizados en el mismo orden que se ordena la vida: comienza cantando, aunque sea con quejidos de quena dolorida, y termina lamentando las ausencias, esperando inevitablemente los lunes por la tarde cuando, según nos cuenta aquí, viene la muerte a casa y rugen los volcanes con un fuego vivo. Entre renacer y morir, Rita Vargas, la poeta de Ecuador que canta en el pajonal, defiende la decencia del comportamiento humano y grita como puede en una selva llena de color, de viento y de lluvia nutritiva.

A Carmen Lezcano le interesan las palabras libres. Las quiere así para que sean eficaces contra la injusticia y contra la docilidad servil que nos hace no solo esclavos, también pobres. Palabras de gaviotas y de mujeres guerreras y sin medallas, los versos de esta poeta peruana nos hablan de emigrantes, de una casa que pierde su dirección y de una Tierra oronda que, a pesar de todo, ofrece su generosidad. Emotivos son también los poemas  que nos llevan a César Vallejo, el poeta del humanismo,  y luminoso el paseo  por las callejas y bulevares  de la ciudad de París.

La española Manuela Serrano nos invita a un bello viaje lírico. Y aunque inicia este camino ligera de equipaje, como el poeta de Castilla, regresa fraternalmente americanizada  para homenajear a sus compañeras. Sugerentes versos en el desierto más lúcido de su esperanza, en el penal de las presas  sin malicia,  o en el trayecto que va del inconformismo más necesario al compromiso más serio. De Ítaca a la selva de Irati no hay más que un paso en libertad. El mismo que hay de su casa a la Fuente Dorada de Valladolid, para acudir ligera, poeta de su pueblo, a decir que está indignada.
                                     

Y yo no tengo nada más que contar. Ya se darán cuenta ustedes al leerlas, queridos lectores,  que estas tres autoras comparten un sentimiento común y una honrosa intención lírica: el amor a la vida y el deseo de hacerla más amable. También el desvelo por hacer de su poesía, una vez más, un arma cargada de futuro. Leerán este poemario más de una vez. Estoy segura.

Con mi admiración y mi respeto hacia las tres.


                                              


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