miércoles, 14 de octubre de 2015

Ejercicio de contrapunto de Silvi Orión y Manuel González




El viernes pasado estuvieron Silvi Orión y Manuel González para presentar sus respectivos poemarios, Veinteañeros e Interiores. Nos pasan el siguiente ejercicio a dúo sobre sí mismos.  





Silvi Orión, nacida en Reus, malasañera por vocación. Dicen que aprendió a leer y escribir en América. Licenciada en Comunicación audiovisual, con un Máster en de Guión, Dirección y Producción de Cine. Pinta y escribe. 

No conocía la obra de Silvi, pero Veinteañeros me ha sorprendido mucho. Es un poemario vibrante y emocional, y aun así muy complejo. Me recuerda, por el propósito y no por el estilo a ciertos poetas de la generación Beat, por su ánimo de explorar y por su expresividad con toques de road movie acelerada. Los poemas de Veinteañeros, a pesar de sus toques amargos, se comen la vida a cucharadas. Léase por ejemplo La Vida Manda, Hambre de Vida o Imaginary Ayahuasca Trip. 

Aun a pesar de haber compartido noches y copas con gente como Escandar Algeet (que escribió el prólogo de este libro) o Carlos Salem (que escribió el epílogo) lo que escribe Silvi no se parece en nada a lo que escriben ellos. De hecho, lo que escribe Silvi Orión no se parece a nada salvo a sí misma. Y es que Silvi y mucha gente de su generación tiene lo que se dice “un par de ovarios”. Quizás no sepan exactamente lo que quieren, pero en cambio saben perfectamente lo que no quieren.

Veinteañeros es, en definitiva, un terremoto vital distinto a todo. Recomiendo encarecidamente su lectura a Veinteañeros desde los 10 a los 90 años. 




Manuel González, nació en San Sebastián en el 71 (como es chico digo la edad), ciudad en la que residió hasta los 16 años y que le ha dejado una huella indeleble. Fue alumno del poeta y crítico Miguel Casado, que le aconsejó estudiar Filología Hispánica. 

Se nota enseguida que Manuel tiene oficio, que no empezó a escribir y, sobre todo, a leer antes de ayer. Como conocedor que su obra que soy, he de decir que está empezando a perder las maneras, pero sigue siendo un escritor de formas. Tiene un poso literario muy hondo y cada vez lo demuestra de una forma más libre y personal. 

Los poemas de Manuel son bastante francos y claros. No busca el truco fácil, huye de la pirotecnia, pero aun así logra rascar dentro de sí mismo cada vez más capas, llegando incluso al hueso. 

Una cosa que se le agradece es que por encima de esa nostalgia otoñal y dolida que nos mostraba en Diario de una Tristeza y que intermitentemente se deja entrever en Interiores, asoma una cierta ironía resabiada un poco al estilo Iribarren, pero traducida al su idiosincrasia personal, como cuando dice:

Querida musa: 
no me importa que me des la espalda. 
Es lo que más me gusta de ti. 

Y como siempre digo de los poemas de Manuel: exigen calma y dedicación. La prisa no les sienta nada bien. 



Breve ejercicio de contrapunto


* A Silvi la vida le manda y le late. A Manuel la vida le da golpes de karáte.

* Silvi ama con locura, Manuel va curando los abandonos.

* Para Silvi los sueños son verdad, para Manuel la nostalgia.

* Silvi tropezará y volverá a tropezar, Manuél tropezó, se levantó y le quedó esa herida.

* Para Silvi la carretera y la mochila, para Manuel el camino entre los árboles.

* Para Manuel el zumo de naranja y para Silvi los canutos y el tequila.

* Para Manuel Evolución, para Silvi revolución.

* Para Silvi kilómetros a la espalda, Para Manuel kilos en la espalda.

* Manuel la claridad, Silvi la vibración.

* Manuel un juguete roto, Silvi un dibujo extraterrestre.

Y eso es todo...







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